La rehabilitación de la antigua central lechera se prepara entre críticas a la calidad del proyecto y dudas sobre la limpieza del concurso, mientras Metrovacesa se apea de la operación por motivos de imagen.
Solo unas pocas palomas dan uso a la vieja fábrica Clesa. Su canto choca con la gravedad del hormigón y retumba en las naves vacías. Los muros sombríos y las vigas orgullosas de esta central lechera constituyen el austero legado de Alejandro de la Sota.